¿Minería urbana o minería lunar?
La minería es una industria tradicionalmente contaminante y asociada a accidentes medioambientales, además de ser la base de conflictos sociales cuando se trata de materias especialmente escasas y, consecuentemente, valiosas.
Personalmente, la minería tradicional es una industria que me causa mucho rechazo y cuestiono especialmente que no se ponga el foco en tecnologías alternativas, más justas medioambiental y socialmente, como es la minería urbana. Si realmente el futuro (o presente, como comentaba en este artículo) es la economía circular, creo que la minería urbana es una de esas alternativas por las que se debe (o se tiene) que apostar.
La minería urbana es básicamente la recuperación y reciclaje de residuos electrónicos, considerando estos las «minas» de los cuáles se pueden obtener de nuevo las materias primas. Mientras las minas tradicionales se agotan, estas «minas urbanas» no paran de crecer, pues la basura electrónica que generamos (los RAEE, residuos de aparatos eléctricos y electrónicos) va en aumento. El reciclaje es una forma de solucionar dos problemas: la gestión de residuos y la obtención de materias primas. Además, en el caso de los RAEE, la materia prima que se puede obtener es especialmente valiosa, como los elementos críticos tecnológicos, y los residuos son peligrosos si no se gestionan adecuadamente. Por ejemplo, la organización Ecotic proporciona los siguientes datos: «una batería de níquel-cadmio de un teléfono móvil puede contaminar 50.000 l de agua o 10 m3 de suelo; un televisor de tubo de rayos catódicos, que contiene metales pesados además de plomo en vidrio y fósforo en la pantalla, puede contaminar hasta 80.000 litros de agua; e incluso un simple fluorescente puede llegar a afectar un total de 16.000 litros de agua».
Sin embargo, mientras por un lado se habla constantemente de evolucionar hacia sistemas circulares, por el otro lado estamos a las puertas de un nuevo tipo de minería: la lunar. Este es un concepto que suena muy innovador y futurista pero en esencia es minería tradicional trasladada a un nuevo lugar, virgen y probablemente repleto de recursos explotables.
Artemis es el proyecto de la NASA para la exploración (mmm…¿o explotación?) de la Luna. El proyecto declara la intención de realizar una misión de exploración sostenible (palabras textuales) del satélite, de cara a finales de esta década, con la intención de que organismos públicos y privados puedan operar sobre la superficie lunar y, después de ello, continuar con la exploración de Marte.
Pero…¿cómo encaja esto en todos los modelos de economía circular que se están desarrollando por todo el mundo? Pues a mí me parece que no encaja mucho. Por un lado, la exploración lunar podría llevar al descubrimiento de nuevos materiales sostenibles y/o tecnologías limpias que pueden ser de utilidad (como ya ha pasado anteriormente en la exploración espacial); pero, por otro lado, soy defensora de la teoría de que ya tenemos suficientes materiales en circulación para satisfacer nuestras necesidades y que debemos intentar recuperarlos y reutilizarlos. En este sentido, creo que las investigaciones sobre explotación tradicional de recursos tendrían que centrarse en la utilización de menos materiales y de forma más eficiente.
Volviendo a la Tierra, la minería urbana presenta una alternativa circular que puede tener grandes beneficios. En primer lugar, al utilizar los RAEE como fuente de obtención de materias primas, se elimina la necesidad de importar/exportar materiales y, consecuentemente, se reduce el transporte (tanto en gestión de residuos como obtención de materia prima) a la vez que se reduce la incertidumbre del suministro de materias importadas. Concretamente, las materias primas críticas, muy comunes en los dispositivos electrónicos, comprenden una de las áreas de actuación prioritarias según el plan de acción de la UE para la economía circular. En segundo lugar, la minería urbana presenta beneficios sociales, ya que podría generar empleo cualificado, manteniendo los beneficios económicos de forma local, y más seguros frente a los empleos propios de la minería tradicional.
Entonces, ¿qué problema hay? Pues que aún queda mucho que mejorar en los procesos de reciclaje de RAEE y, especialmente, mejorar los procesos de diseño de aparatos eléctricos y electrónicos, pensando desde el inicio tanto en la reparación y reutilización como en la recuperación de materiales al final de su vida útil. Se prevé que la nueva legislación en materia de economía circular incluya el «derecho a reparar» y otros conceptos que permitirían alargar la vida útil de estos aparatos y utilizar los materiales de forma más eficiente. También, a nivel empresarial, se empieza a apostar por realizar diseños modulares que puedan adaptarse según avanza la tecnología y facilitar el reemplazo de piezas. Uno de los ejemplos más famosos de este tipo de diseño es el de la empresa Fairphone, que fabrica teléfonos móviles modulares bajo criterios éticos y de bajo impacto medioambiental.
En definitiva, parece que hay cantidad de iniciativas públicas y privadas orientadas hacia crear un modelo más circular en torno a la recuperación de recursos finitos, pero también hay grandes proyectos trabajando en la modernización de la explotación tradicional, por ejemplo, buscando fuera de nuestro planeta. ¿Queremos evolucionar hacia la minería urbana o la lunar? ¿Conseguir una economía verdaderamente circular o estirar todo lo posible la economía lineal?